Especial para Claridad

En Puerto Rico hay unas fuerzas contradictorias y antagónicas que se vienen moviendo con mucha celeridad para avanzar sus respectivas posiciones. Son las fuerzas del imperialismo y el colonialismo, por un lado, y por el otro las que genera la nueva lucha de independencia.

Cada vez es más evidente que no puede haber conciliación entre ellas. o triunfa una o la otra. Cada vez se hace más patente una tendencia irreversible: las fuerzas del imperialismo y el coloniaje se debilitan y las de la independencia y la liberación se fortalecen. Eso es así en todos los campos de batalla en que se desenvuelve esta lucha a muerte.

La propia dinámica de la lucha va impulsando el ascenso en espiral del independentismo y el descenso del colonialismo. Eso no quiere decir que estemos al borde de la victoria final. Todavía falta bastante para eso. Pero estamos recorriendo el camino a una velocidad impresionante, nunca antes lograda en el pasado.

Dentro del torbellino de esa lucha hay planteados en estos momentos tres situaciones que cada vez se entrelazan más y que de su mezcla va apuntando certeramente una gran victoria independentista. Son los planes del superpuerto y complejo petrolero y metalúrgico, el comité ad hoc para la revisión del estado libre asociado y la dilucidación del caso colonial de Puerto Rico en las Naciones Unidas.

Los colonialistas se agarran del plan petrolero como su única tabla de salvación frente al descalabro inminente de la estrategia económica, de entrega y dependencia, en que se ha montado por treinta años el programa de Fomento Industrial. Su interés primordial —que es perpetuar la estructura capitalista colonial aquí— se une al interés de la industria petrolera yanqui de establecer puertos de trasbordaje para la importación de petróleo en el Caribe.

Pero el plan petrolero necesita, para instrumentarse, cambiar unas camisas de fuerza en la superestructura jurídica del sistema colonial vigente. Tal es, por ejemplo, el caso de las leyes ambientales de Estados Unidos, cuya aplicación en la Isla prácticamente impide la realización del plan genocida.

Simultáneamente a la conjura colonialista, las fuerzas patrióticas del país —que han avanzado en su lucha por despertar la conciencia de grandes sectores del pueblo puertorriqueño y por movilizar la solidaridad de las crecientes fuerzas anti-coloniales del mundo en auxilio de nuestro forcejeo— han logrado, desde el año pasado, abrir las puertas del primer foro del mundo —las Naciones Unidas— para la denuncia internacional del caso colonial de Puerto Rico.

Nada más adecuado, pensaron los colonialistas, que matar dos pájaros de un tiro, creando un comité ad hoc para revisar el ELA. De esta manera se le demuestra a la ONU que Estados Unidos accedió a negociar bilateralmente el status de Puerto Rico con los puertorriqueños y que por tanto las Naciones Unidas no deben meterse en eso. Al mismo tiempo, se abren los mecanismos para adecuar el régimen a los requerimientos del plan maestro sobre el superpuerto y los complejos metalúrgicos y de refinerías.

Si el independentismo puertorriqueño hubiera estado en babia, se podían haber salido con la suya los colonialistas. Pero no ha sido así. Los partidos de la independencia asumieron una contra-ofensiva múltiple y audaz frente a la ofensiva imperialista. Al tiempo en que motorizamos una vasta y firme oposición al macabro plan entre el pueblo puertorriqueño, hicimos la denuncia del mismo, en toda su desnudez, ante la comunidad internacional. No es exagerado afirmar que el “issue” del superpuerto es responsable, más que ningún otro factor, de que se haya reactivado, a pesar de la presión yanqui y la indolencia de los pusilánimes, el caso de Puerto Rico en la ONU este año.

Ahora los colonialistas están asustados porque su propio esquema se torna como un bumerang contra ellos mismos. Y ha hecho cabriolas hasta más no poder. Lo último es el anuncio de Moscoso de que Fomento ha descartado el plan del superpuerto de trasbordaje y que solo insistirá en instalar un puerto de calado hondo y las refinerías que sean necesarias para satisfacer las necesidades de petróleo de Puerto Rico. “A otro perro con ese hueso.” Afortunadamente, nosotros tenemos en nuestro poder los diversos audios hechos a instancias del gobierno, con sus mapas correspondientes, en que se demuestran las distintas alternativas que el gobierno está considerando, incluyendo la casi total conversión de buena parte del país en estación petrolera. Y toda esa documentación será presentada ante el Comité de Descolonización de la ONU en el debate de los próximos días. Tenemos también la carta de Jaime Benítez a la Casa Blanca, donde confiesa que el comité ad hoc tiene el propósito de detener la discusión del caso de Puerto Rico en la ONU. Y tenemos el discurso de Cuchín el 25 de julio donde delata el propósito de que el comité ad hoc le sirva para amarrar el plan del superpuerto y el complejo de refinerías. Esas piezas de evidencia retratan hasta la impudicia las maniobras de los colonialistas y comprueban el carácter típicamente colonial de todo el sistema prevaleciente en Puerto Rico.

El comité de la ONU tendrá que denunciar, de alguna manera, toda esta conjura. Y esa denuncia cobrará plena universalidad cuando vaya al pleno de la Asamblea General en el otoño. Los colonialistas avanzan hacia el jaque mate.

 

12 de agosto de 1973