Especial para Claridad

Independientemente del curso que siga la huelga de la UTIER y la de los bomberos, la jornada obrera de julio ha de tener un alarga cola en las luchas proletarias del país. Ya habrá tiempo de analizar a fondo todo el significado que los últimos días han tenido para el movimiento obrero puertorriqueño.

Por ahora, nos basta señalar algunas lecciones fundamentales de esta experiencia.

Se ha evidenciado claramente el carácter represivo del actual gobierno frente al movimiento obrero. Rafael Hernández Colón no vaciló en mover todos los recursos a su disposición  para suprimir por la fuerza, la presión y el chantaje el derecho a la huelga de los trabajadores de fuentes fluviales y bomberos. Y todo el coro del sistema (políticos, dueños de periódicos y periodistas) salió a respaldar la acción represiva del gobernador.

Los liberales volvieron a presentarse de cuerpo entero en toda su indecorosa desnudez como títeres incondicionales del capitalismo. Hernández Agosto y José Arsenio Torres, de la claque de “Cara a Cara”, Roberto Sánchez Vilella, Miguel Ángel Santín y otros tantos fósiles del liberalismo trasnochado se ampararon farisaicamente en el supuesto derecho del pueblo a los servicios públicos para atacar a los huelguistas. Ninguno de estos farsantes ha levantado una voz de protesta —a nombre de ese derecho del pueblo a los servicios públicos— cuando los bonistas de Wall Street— que son los verdaderos dueños de Fuentes Fluviales— suben los intereses de sus inversiones en esa compañía. No se les ocurre entonces alegar que por tratarse de una empresa de servicio público, a los bonistas no debe permitírseles un interés tan alto. Pero sí protestan cuando los trabajadores exigen mejores condiciones de trabajo a la AFF.

Ha quedado claramente establecido que la lucha de clases, aquí como en todos sitios, lleva a una creciente polarización. O se está con los explotados o con los explotadores, con los trabajadores o con los capitalistas. Y toda la fauna de la politiquería colonial se ha colocado donde le corresponde: del lado de los explotadores y en contra de los explotados.

El movimiento obrero ha visto la necesidad de depurar su liderato de buscones, flojos y traidores. Han salido a la superficie, por un lado, la capacidad combativa que ha generado la base del movimiento obrero, y por el otro, la flojera de buena parte del liderato sindical, que todavía carga con las lacras del sindicalismo amarillo.

El caso de Nicolás Delgado, abogado del Sindicato de Bomberos Unidos, es una buena lección para el movimiento obrero. Por ahí pululan muchos abogados de uniones que no pasan de ser mercaderes del derecho, que prestan servicios al mejor postor y no tienen ninguna identificación profunda con la causa de los trabajadores. La acción de los bomberos destituyendo a Delgado y sustituyéndolo por Carlos Gallisá debe sr emulada por muchas otras uniones que aún ponen sus asuntos legales en manos de abogados tan inescrupulosos como Nicolás Delgado.

En el caso de Juan Marrero no sabemos si ha sido traición o idiotez. Pero sea una o la otra es bueno que la UTIER y el resto del movimiento obrero aprendan de la experiencia que los intereses de unos trabajadores en huelga no pueden colocarse en manos de una sola persona y mucho menos darle a ésta, carta blanca para pactar a su antojo con el patrono.

Esperamos que en la UTIER y el movimiento sindical en general se inicie ahora un proceso de depuración que lleve a sacar de las posiciones dirigentes a quienes no dan la talla para los retos que tiene ante sí es movimiento en el futuro inmediato.

Otro aspecto que urge impulsar es la unidad combativa del movimiento obrero. La marcha del pasado miércoles fue un indicio de la voluntad de unidad que anima a los trabajadores. Falta ahora que el liderato de las uniones y sindicatos más progresistas del país le metan el hombro a la tarea, inaplazable de forjar sólidamente la unidad sindical.

Se ha visto que los trabajadores no solo están dispuestos a incrementar su lucha sino que muestran una gran capacidad combativa. El gobierno deberá pensarlo bien antes de volver a echar las bayonetas de la guardia nacional contra una huelga obrera. La aventura les ha costado muy caro. En términos exclusivamente económicos, se calcula en cerca de cincuenta millones de dólares las pérdidas de los capitalistas y el gobierno sufridas como consecuencia de estas huelgas. Si a esto se añade lo perdido en términos del empañamiento de la frágil imagen del estado libre asociado y del incremento en la cohesión y combatividad del movimiento obrero, podemos concluir que el tiro le ha salido por la culata al régimen.

Hemos estado viviendo unos días históricos cuyas repercusiones en el futuro están aún por verse en toda su magnitud. Pero parte importantísima de la experiencia está en evaluar los aspectos negativos de la misma para esforzarnos por superados, abriendo paso al ancho camino de la lucha obrera por el cual nos dirigimos a la revolución.

 

15 de julio de 1973