“Ellos habían hecho un arreglo: si Don Chaguito se iba primero,
Papá se encargaba de la educación de Juan y si mi papá
se iba primero Don Chaguito se encargaba de mi educación”

Además de haber tiroteado el Congreso de Esta- dos Unidos y de haber estado preso 25 años por la independencia de Puerto Rico, Rafael Cancel Miranda, Rafelito, es un hombre proselitista, convencedor y poeta. La firmeza de sus palabras impresiona. Su cuerpo alto y fuerte lo respalda y su sentido de la justicia y el deber se intuyen en su aura. Fogoso, transparente y certero, Rafelito es, a sus 88 años, un referente vivo del nacionalismo puertorriqueño.

Juan Mari Brás y Rafelito fueron amigos desde la infancia. Sus padres, Santiago Mari Ramos y Rafael Cancel Ríos eran muy amigos y compartían el fervor por la independencia patria. Se acompañaban en campañas y acciones políticas, aunque no necesariamente pertenecían a las mismas organizaciones. Eran parte del sistema de apoyo a los combatientes nacionalistas; los escondían cuando eran perseguidos y les llevaban alimentos cuando estaban escondidos. Se arriesgaban a hacerlo bajo el acecho de las fuerzas represivas.

RCM: Eran tan afines uno al otro, mi viejo y Don Chaguito, que si estaban en una actividad, Don Chaguito decía “correcto” y mi viejo decía “así es”.

RMP: ¿Cuál es el recuerdo más remoto que tienes de Juan Mari Brás?

RCM: De quinceañero. Yo tengo algo que escribí que se titula “Éramos cinco y quedamos dos”. Éramos cinco jovencitos que empezamos juntos en la lucha: Rey- naldo Trilla Martínez, Irving Flores Rodríquez, Juan Rodríguez Cruz, Juan Mari Brás y yo. Los cinco, mayagüezanos y caborrojeños que empezamos. Y tres se habían ido y quedábamos Juan y yo. Ahora quedo yo solo. Pero desde jovencitos creamos organizaciones juveniles. Juan siempre era un buen organizador, desde jovencito y creamos la CAPI (Capítulo de Agregados Pro Independencia) y ANJI (Asociación Nacional de Jóvenes Independentistas), creaciones de Juan y de ese pequeño grupo. De los cinco, Irving es el que fue con- migo y Lolita y Andrés al Capitolio (de Wáshington). Reynaldo Trilla Martínez estuvo preso por oponerse al servicio militar; participó en la insurrección (nacionalista, 1950) y murió en Cuba. Batista nos metió presos y nos botó a los dos. Cada uno de los cinco tiene su historia. De los cinco, Juan Rodríguez Cruz, que era el nacionalista más joven que cayó encarcelado cuando la insurrección nacionalista en Mayagüez, sale de prisión y estudia con esfuerzo y termina con un doctorado en Historia de Latinoamérica y se convierte en profesor en la Universidad en el Colegio (UPR Mayagüez). De los nacionalistas, fue el más jovencito.

Pero los recuerdos vienen desde atrás con el programa “Gritos de la Patria”. Juan me llevaba dos o tres años y cuando se fue a la universidad, nosotros seguimos con el programa de radio. Y ¿quiénes lo auspiciaban? Don Chaguito, mi viejo y Yeyo, que eran independentistas pero comerciantes también. Pero había sido creación de él, jovencito, de Juan Mari Brás.

RMP: JMB contaba que lo detuvieron el día que ustedes atacaron el Congreso. Él estaba estudiando en la Biblioteca del mismo Congreso ese 1 de marzo de 1954 y una amiga que trabajaba allí le avisó que había habido un tiroteo, le recomendó que se fuera y lo guió hasta una puertecita que daba directamente a la calle por la cual salió y se fue a la parada de guaguas. Allí lo detuvieron para interrogarlo sobre si él había participado en el tiroteo o había estado involucrado de algún modo. Cuando te arrestaron ¿te preguntaron algo sobre él, como parte del interrogatorio lo mencionaron a él?

RCM: Yo no recuerdo que lo hayan mencionado. Sí le debo unas gracias a doña Paquita y Juan Mari. Mientras yo estaba  en juicio en Wáshington, mi papá  fue allá  y ¿Dónde tú crees que se quedó? Con Juan y doña Paquita, en la casa con ellos. Estuvo presente en el juicio que nos celebraron en los tribunales estadounidenses. Creo que en un momento le preguntan a Juan (los investigadores federales) si me conocía y Juan les contesta: “¡Pero si ese en mi hermano!”. Porque así es que nos tratábamos Juan y yo. Siempre. Don Chaguito y mi papá eran hermanísimos. Pero no recuerdo, pueden haber mencionado a Juan, pero no lo recuerdo en (el interrogatorio de) Washington.

En la lucha, era bien conocido Juan Mari Brás, bien conocido.

RMP: ¿Cuándo te enteraste que se estaba haciendo una campaña para liberarlos a ustedes, a los cinco nacionalistas que estaban presos?

RCM: Tomó un tiempito. No era como ahora que hay más abogados y todo. Recuerdo, por ejemplo, que Juan me envió un abogado. Y fue Juan el que lo envió. Por- que al principio lo que teníamos eran abogados puestos por la corte, que lo que querían era que nosotros nos declaráramos locos, pero les decíamos que no, que había una razón por la que fuimos allí. Pero Juan sí estuvo en la lucha por nuestra excarcelación desde un principio  y recuerdo las veces que fue a visitarnos a la prisión. Una vez fue a visitarme y a mí me tenían en un programa que se llamaba Behavior Modification Program, que es para controlarte la mente y tenías que hablar por un cristalito con un teléfono y lo que tú decías por el teléfono allá arriba lo oían. Y Juan fue, y él estaba al otro lado hablando por el teléfono y yo había escrito un papelito para enseñárselo a Juan por el cristal pero el guardia se dio cuenta y se acercó para que se lo diera, y yo vine y me tragué el papelito. A Juan le dijeron que no se atreviera publicar lo que habíamos hablado porque si lo hacía no lo dejaban volver a la prisión. Y lo primero que hizo Juan cuando salió, que iba para un piquete precisamente por la libertad de nosotros, lo primero que dijo fue lo que hablamos.

Fue a vernos en más de una ocasión a la prisión. En una de sus visitas, Juan me contó que él estuvo presente, tú sabes que Andresito, Andrés Figueroa Cordero, cogió cáncer terminal y se lo llevaron al hospital de la prisión de Springfield, y allá le hacían ofertas y él nada, que no firmaría, ni pediría perdón. Juan estuvo presente, me cuenta él mismo que Andresito le decía “mire, para morir con vergüenza, lo mismo se muere en la cárcel que en la calle. Pero para morir desvergonzado en la calle, muero con mi vergüenza en la cárcel”. Antes de sacarlo, (Andresito) se comunica a través del abogado con nosotros, que si estaba bien que saliera. Le digo “pero no te imponen condiciones, ni te hacen pedir perdón… Si yo veo un hueco, por ahí me voy”. Pero aún con eso nos preguntó a nosotros si estaba bien si salía. Porque él era parte de la negociación. Y Juan también me dice que nunca había visto a nadie tan sereno ante la muerte que Andresito.

RMP: De esa campaña para liberarlos, ¿ustedes lo esperaban, tenían esperanza de que ocurriera la liberación o pensaban que eso nunca iba a ocurrir?

RCM: Irvin y yo siempre tuvimos una esperanza: escaparnos de la prisión. Juan se enteró también de una de las veces que Irving intentó escaparse de prisión, ya a mí me habían cambiado de prisión. Porque los primeros seis años yo estuve en Alcatraz, allá en la isla que está por San Francisco. A los seis años me enviaron a Leavenworth y ahí nos encontramos Oscar Collazo, Irvin y yo, y luego llegó Andresito de Atlanta. Por 10 años estuvimos juntos. Nosotros no teníamos ilusiones, por eso es que Irving y yo estábamos planificando escaparnos y casi nos cogen en una de esas. Pero eso es aparte. Pero entonces, después de diez años, abusaron de unos prisioneros y hubo una huelga y dijeron que yo la había organizado. Entonces me encerraron en confinamiento solitario y de ahí es que voy a parar a Marion. Los últimos 9 años los hice en la prisión de Marion. Entonces la campaña era fuerte, bien fuerte, por nuestra excarcelación. No que nos ilusionáramos pero había lucha porque saliéramos y llegó un canje de prisioneros entre Fidel y el Gobierno Revolucionario de Cuba y la administración de Carter. Y así fue que salimos. Nos recibieron en el aeropuerto de San Juan miles de puertorriqueños con banderas puertorriqueñas y Luis F. Camacho, que era presidente del Colegio de Abogados y amigo de Mari Brás, me llevó al Cementerio del Viejo San Juan a visitar la tumba de Albizu.

RMP: Rafelito me muestra una serie de fotos. Una de ellas es de la visita de Rafelito a Puerto Rico para asistir al entierro de su papá, para el cual, después de muchas gestiones, le dieron un pase especial y le permitieron asistir escoltado por agentes carcelarios. Aprovechamos para hablar de ese acontecimiento.

RCM: Eso fue en agosto de 1977. Primero me llaman a la oficina del capitán de la prisión, me llaman que tengo una llamada telefónica de Puerto Rico. Pero hay un policía, teniente, que dice: “Lo están llamando porque mataron a su papá”. Así. Le digo “gracias” porque uno no le puede mostrar emociones. Y así me lo tiró. Me estaba llamando Nelson Canals. Juan fue el que despidió el duelo y ahí fue que don Chaguito me dio uno de los abrazos más efusivos que he recibido en mi vida.

RMP: Esto que cuentas aquí (en el escrito “El hijo de Don Chaguito”) de cuando JMB estuvo preso por lo de Vieques (1979). ¿Qué fue lo que pasó?

RCM: Cuando regresé de la cárcel, en septiembre de 1979, ¿quiénes estaban en la cárcel? Juan Mari Brás y Pedrito Baigés Chapel, como consecuencia de la lucha de Vieques. El abogado de Juan de aquel tiempo me pregunta si quiero ir a ver a Juan al presidio, pero  a mí me tenían prohibido ir a cualquier cárcel. Pero le digo, claro. Me visto como abogado, enchalinao, me voy con el abogado al frente y llegamos al presidio y,  pues, yo miro para el otro lado para que el guardia que está ahí no me vea la cara. Y entramos, pero pronto nos dimos cuenta de que los guardias ubicados en las torres, así como otros con los que nos cruzamos en el camino, me habían identificado. Entonces los presos que me reconocieron gritaron ¡Viva Puerto Rico libre! Y Juan que estaba al otro lado, y Pedrito Baigés, el mismo Juan me cuenta, que alguien le dice “es Cancel Miranda el que estaba en la cárcel” y Juan cree que me traen preso. Y dice: “pero si él acaba de salir”. Después del revuelo y de encerrar a los prisioneros en sus celdas, nos confrontó un sargento para decirnos que no podíamos hacer la visita. El abogado le dio un tremendo cotorreo, diciéndole que yo solo quería reciprocar las visitas que Juan me había hecho  a la cárcel. Lo convenció de que nos diera 10 minutos y así fue. Juan bajó a la sala de visitas y, al verme tan trajeado y campechano, se dio cuenta de que esta vez el preso era él y no yo. Nos vimos, nos abrazamos, un momento de mucha emoción.

RMP: ¿Siempre estuviste de acuerdo con las posiciones de JMB?

RCM: En lo general, sí. Y entendía lo de la renuncia de la llamada ciudadanía. Pero nosotros, en cuanto a esto de la ciudadanía, era como dijo don Pedro en un discurso en 1932: “uno no renuncia a lo que nunca ha aceptado”. Y como nunca aceptamos la ciudadanía gringa… ahora mismo yo siempre he viajado con mi acta de nacimiento y mi licencia de guiar. Pues esa es la única diferencia. En lo demás, era tan albizuista como yo, y aunque yo vivía con la expresión que dijo don Pedro, “que primero había que tener la llave de la casa para entonces decidir de qué color pintarla”, pues en eso no participé. Ni en elecciones.

Mis sentimientos y pensamientos son socialistas, de compartir, no de acaparar para los pocos, pero le daba énfasis a la independencia, porque esa era la llave que don Pedro hablaba y, entiendo que sin ese poder, el poder lo tienen los yanquis, de qué sistema vamos a vivir. Si alguna diferencia hubo, sería esa. Pero nunca en de- bates ni nada.

Otros, por razones de profesión y yo si tuviera por alguna razón de lucha que sacar mil pasaportes los sacaba y después se los tragaba por la garganta. Todo depende, no es que sea un principio, tú sabes, de que, inviolable, la ciudadanía, porque a veces hay que usar el arma del enemigo para poder librar ciertas luchas.

Mira, cuando yo quería darme unas cervecitas, me las daba con Juan en su casa. Y con Juan Rosado y Juan Rodríguez Cruz, los tres juanes. Con esos es con los únicos que yo me daba unas cervecitas. Pasar un rato allá en casa de Juan en El Rosario. Y allá nos poníamos a conversar de muchas cosas, de la lucha, y nos dábamos unas cervecitas los tres: Juan Rodríguez Cruz, el que te conté horita que era el nacionalista más joven, Juan Rosado el de la Imprenta Hostos.

RMP: ¿En qué momento te diste cuenta de que JMB era un líder del país?

RCM: No exagero, desde siempre. Porque Juan, desde jovencito, era líder, traía ideas. Es más, de las últimas veces que estuvimos juntos, me llevó a Cabo Rojo y creó una organización, Causa Común Independentista, él siempre estaba creando. Y Juan podía empezar los discursos y la mano estaba un poco así, pero tan pronto se encaloraba, se olvidaba el nerviosismo, porque Juan era algo tímido en lo personal. Juan desde jovencito tenía ya liderato.

RMP: De sus características como ser humano, ¿Cuál consideras la más importante y cuál la menos importante?

RCM: La más importante: la lucha por su pueblo. La menos importante: cómo se peine uno.

RMP: De su desempeño político, de las cosas que hizo a través de su vida, ¿cuál consideras que es la más importante y cuál la menos?

RCM: Cuando es por la lucha por la libertad de un pueblo, todo es importante. Cuando se lucha por el bien de ese pueblo y Juan, pues, tuvo una lucha, no solo nacional en Puerto Rico sino internacional. Juan fue reconocido en los Países No Alineados, era reconocido en Cuba. Ahí tengo un retrato que Juan está acompañado por Fidel y con otros líderes cubanos. Organizar el nuevo movimiento, la nueva lucha era necesaria en el momento ese. Porque los nacionalistas estábamos todos encarcelados, el liderato, y era necesario en ese momento darle vida. Por eso se llama la Nueva Lucha. Y Juan Mari tuvo mucho que ver con eso. Con el periódico Claridad, que ha durado tantos años y ha sido una voz de orientación y fue creación de Juan y de César Andreu. Un periódico que todavía sigue, y discursos de Juan que todavía es como si Juan estuviera hablando en este momento. Él hizo muchas obras buenas. La labor internacional a la que dio mucha importancia fue de las principales. Pero la orientación de un pueblo, sin esa orientación, bueno, dijo Simón Bolívar “el peor enemigo de los pueblos es la ignorancia”. No que sean brutos, uno puede ser un genio y ser ignorante, ignorante es que desconoce las cosas.

Y había otro tipo de lucha, la CAL (Comandos Armados de Liberación), en esta lucha todo es necesario, todo es importante. Quizás unas más importantes pero se juntan todas, porque todas son necesarias. Y Juan, la CAL, Juan tuvo que ver. Yo no lo diría si estuviera en vida, si él estuviera vivo. Igual que Mingo Vega. Mingo Vega y Juan Mari eran, en la lucha, padre e hijo, o her- manos. Domingo Vega Figueroa, que era un Filiberto. Que siempre estuvo protegiendo a Juan como si fuera su hijo.

RMP: ¿Y cuál crees que es la menos importante de su desempeño político?

RCM: Es que en la lucha yo no considero nada poco importante. Todo es importante. No encuentro cómo poner, de algo que sea por la lucha, que sea menos importante. Todo lo es, hasta una marcha en la calle, hasta poner un cartelón en una pizarra ¡Viva Puerto Rico libre!, ¡Abajo el imperialismo! Todo tiene una importancia. Hasta un grito en la calle de un joven, ¿tú entiendes? ¡No más atropello, abajo la colonia! Es importante. Tan importante como estar en cualquier tribuna ante el mundo. Para mí, todo es importante en la lucha. Yo sé que en la vida siempre hay cosas más importantes que otras, pero acuérdate que yo nací en la lucha. Igual que Juan y don Chaguito. Mi padre era presidente de la Junta Nacionalista de Mayagüez. Con esos dos padres no podíamos fallar. Don Chaguito, que era lleno de muchas emociones, un hombre de mucha emoción y ya tú ves el abrazo ahí ante la muerte de mi padre, uno de los abrazos más efusivos que he recibido en mi vida, y mira que he recibido y he dado muchos abrazos. Pero viste la foto del abrazo de don Chaguito, es que eran hermanos. Y de doña Mercedes, qué cuento. Yo no puedo hablar de don Chaguito sin hablar de doña Mercedes. Como lo cuento en la historia de “El hijo de Don Chaguito”, que doña Mercedes me podía ver diez veces al día y era como si no me hubiera visto hace un año. Me decía: ¡Rafelito!

Doña Mercedes, así era. Mucha ternura.

RMP: Y viendo las gestiones de él en el siglo 20, algunas en el 21 ¿cómo lo comparas con líderes anteriores a su época?

RCM: Cada quién es en su época. El tiempo hace a los líderes. Los líderes vienen del pueblo y de cada época. Don Pedro Albizu Campos en su tiempo, en su momento, Betances en su momento y cuando digo Albizu Campos, digo Blanca Canales también, Carmín Pérez, Doris Torresola, Corretjer. La época, el tiempo hace al líder y el pueblo. El líder no sale de las nubes, viene del pueblo. Y todo depende de la forma en que es el líder, no sé cómo ponerlo, depende del momento, de la situación del momento. Tan grande es Albizu como lo es Juan Mari, como lo es Corretjer, como lo es Blanca Canales, Lolita Lebrón. O sea, cada quién en su momento. Fidel, por ejemplo, un revolucionario reconocido, tenía gran respeto por Juan Mari Brás y otros líderes porque se respetan, porque se conocen. Juan Mari cumplió lo que era necesario como líder en su época. Uno es criatura del momento. Ahora mismo, en Puerto Rico, te aseguro que por ahí ya se están forjando líderes, ese mismo pueblo que uno ve en las calles, no lo ve en la televisión ni en la radio pero están ahí.

RMP: Sabemos que desde pequeños están en la misma lucha, en la misma familia, pero, ¿hubo alguna manera en que él influyera en tu forma de pensar a Puerto Rico, el análisis que él hacía sobre la política en Puerto Rico y sobre los acontecimientos históricos?

RCM: Tendría que pensar cuál en particular.

Había mucha afinidad entre Juan y yo. Él estaba un poco más adelantado que yo con la cuestión del socialismo. Yo me quedé más bien en el nacionalismo por aquello de “la llave de la casa”, de que hay que tener la soberanía para entonces decidir de qué color pintamos la casa o qué sistema escogemos. Pero en eso, en el socialismo, no que yo no pensara igual pero mi dedicación era a la independencia. Juan iba para allá, qué clase de independencia.

Y Juan tuvo mucho que ver con aquello cuando pusieron las minas, hubo aquella lucha por el control de las minas por el pueblo en Adjuntas y Juan tuvo mucho que ver. Yo creo que en ese tiempo yo estaba preso. Pero sé que Juan tuvo mucho que ver y se logró ese triunfo y se puede triunfar. Como Vieques, ahí se probó que se puede triunfar. Ahí tengo precisamente el libro de Taso, que lo voy a presentar en Adjuntas el 22, en Casa Pueblo, un triunfo. Y Juan en su lucha triunfó. No se fue derrotado. Nadie que no se le pueda hacer renegar de sí mismo es un derrotado, Juan se fue triunfante, como se va aquel que lucha por su dignidad, por la dignidad de su pueblo, por la libertad de su pueblo. Ese no muere. Como dijo Fidel: “las ideas no pueden matarse, puede matarse al individuo pero no la idea”. Y el hombre es la idea y la mujer, la idea. La idea que te hace. Y eso no pudieron matarlo.

Juan era inteligentísimo y era académico. Él podría vivir cómodamente, como pudo hacerlo Albizu, pero prefirió el valor y sacrificio del que hablaba Albizu a tener las cositas con que el régimen te entretiene y te compra.

Un día yo estaba parado en la esquina del almacén de Papá, en Mayagüez, que era al lado de la Plaza del Mercado, yo tendría 18, y venía Juan, él tendría 20 o 21, ahí nos ponemos a hablar del servicio militar, y le explico algo y Juan decía que tenía sus propias estrategias para combatirlo. Él decía que había manera de combatirlo sin necesidad de caer preso, ni preso ni en el ejército. Después hubo distintas maneras cuando Sixto Alvelo, cuando Piri Fernández de Lewis y lucharon contra el servicio militar. Una resistencia como la hicieron también en Lares en una ocasión el Monseñor Parrilla, que quemaron las tarjetas del ejército y Juan era el estratega.

RCM: Con Juan he estado en Cuba, en diferentes sitíos, en Chicago. Yo estaba preso cuando lo de Chagui, uno de los momentos más tristes de mi vida. Fue un preso que me gritó: “mira mataron al hijo del líder allá”. Cuando dicen el nombre yo digo “Ay caray”.

Juan, al igual que Ayoroa Santaliz, trajeron el nombre de Albizu, lo desenterraron para traerlo.

Juan era mi hermano, yo lo visitaba en El Rosario y nos poníamos a hablar de la situación, de cómo estaba la cosa. No te voy a decir el nombre con que lo llamaba antes de todo esto.

RMP: Sí, yo sé, le decían Johnny.

RCM: Sí, así era. Así fue que yo lo conocí por años. Pero después se nos metió en la cabeza que eso era en inglés… (Risas).

Mi admiración por Juan siempre está ahí.