El medio del entusiasmo delirante de más de ochenta mil chilenos y cientos de delegados extranjeros, reunidos en el estadio nacional de Santiago, el doctor Salvador Allende pronunció su primer discurso político como Presidente de la República el jueves 5 de noviembre pasado.

Al mismo le precedió un hermoso festival artístico, en que se manifestó con exuberancia el folclore chileno. Desde la zona austral y la isla de Pascua en la Polinesia  hasta el árido Norte, todas las regiones del largo país estuvieron representadas en el magnífico espectáculo.

Luego hubo un gigantesco desfile de las juventudes chilenas, portando banderas, pancartas y estandartes, mientras voceaban sus consignas combativas. Un gran estandarte con la efigie del Che Guevara, portado por miembros de la Juventud Socialista, recibió el más atronador aplauso de la tarde, igualado solamente cuando el propio Presidente Allende, en su discurso, se refirió “al inolvidable Comandante Guevara” como “ejemplo para las juventudes de Chile y América, símbolo de aquellos que lo dejan todo por construir un futuro mejor”.

En medio de aquel entusiasmo delirante, el primer Presidente socialista de Chile comenzó su discurso: una obra maestra de precisión clara de los objetivos revolucionarios de su gobierno expresados sobriamente y con toda la prudencia que las circunstancias exigen.

En síntesis, Allende reafirmó en todas sus partes del programa planteado por la Unidad Popular que lo llevó a la presidencia. Señaló como premisa que la vía chilena hacia el socialismo es resultado de las particulares condiciones de ese país, en las que han jugado importante papel de las sólidas instituciones democráticas enraizadas en la larga tradición histórica en Chile. “Sin precedentes en el mundo”, dijo “Chile acaba de dar una prueba extraordinaria de desarrollo político, haciendo posible que un movimiento anti-capitalista asuma el poder por el libre ejercicio de los derechos ciudadanos”.

Pero antes, hizo una sutil admonición: “Rechazamos, nosotros los chilenos, las luchas fratricidas. Pero sin renunciar jamás a reivindicar los derechos del pueblo. Nuestro escudo lo dice; Por la razón o la fuerza. Pero dice primero por la razón”.

Luego añadió: “Chile inicia su marcha hacia el socialismo sin haber sufrido la trágica experiencia de una guerra fratricida. Y este hecho condiciona la vía que seguirá   este gobierno en su obra transformadora”.

“Pero en estos sesenta días decisivos que acabamos de vivir”, siguió diciendo, “Chile y el mundo entero han sido testigos, en forma inequívoca, de los intentos confesados para conculcar fraudulentamente el espíritu de nuestra constitución; para burlar la voluntad del pueblo; para atentar contra la economía del país y, sobre todo, en actos cobardes de desesperación, para provocar un choque sangriento, violento, entre nuestros conciudadanos.”

“Estoy personalmente convencido de que el sacrificio heroico de un soldado, del Comandante en Jefe del Ejército, general Rene Schneider, ha sido el acontecimiento imprevisible que ha salvado a nuestra patria de una guerra civil.”“Pero en estos sesenta días decisivos que acabamos de vivir”, siguió diciendo, “Chile y el mundo entero han sido testigos, en forma inequívoca, de los intentos confesados para conculcar fraudulentamente el espíritu de nuestra constitución; para burlar la voluntad del pueblo; para atentar contra la economía del país y, sobre todo, en actos cobardes de desesperación, para provocar un choque sangriento, violento, entre nuestros conciudadanos.”

Tal afirmación del presidente chileno reveló lo que ya era un secreto a voces entre todo el pueblo: que el general Schneider fue asesinado porque se negó a encabezar un golpe de estado militar para frustrar el traspaso del mandato presidencial a Salvador Allende.

Allende reiteró repetidamente su convicción de que, en las circunstancias específicas de Chile, es posible un tránsito pacífico hacia el socialismo. Para ello, se apoyó en Engels. “Desde el punto de vista teórico doctrinal, como socialistas que somos”, afirmó, “tenemos muy presente cuáles son las fuerzas y los agentes del cambio histórico. Y personalmente, sé muy bien, para decirlo en términos textuales de Engels, que: “Puede concebirse la evolución pacífica de la vía sociedad hacia la nueva en los países donde la representación popular   concentra en ella todo el poder, donde, de acuerdo con la constitución, se puede hacer lo que se desee, desde el momento en que se tiene tras de sí a la mayoría de la nación”.

Que ese curso pacífico no se convierta en guerra fratricida dependerá, fundamentalmente, del respeto que la oligarquía, la gran burguesía y el imperialismo demuestren por la bien ganada tradición democrática de Chile.


Comentario Político, publicado en CLARIDAD el 15 de noviembre de 1970.