Ponencia de Juan Mari Brás para el Encuentro Internacional Juan Bosch, legado de Humanidad, específicamente para el primer panel la tarde del 26 de junio de 2009.

 

Lamento muchísimo no poder asistir personalmente a esta honrosa invitación, por razón de un accidente de salud. No quiero estar ausente y por eso someto, aunque sea a última hora, estas reflexiones que llevan todo el calor de mi homenaje muy sincero a quien conocí y con el que tuve la oportunidad de compartir en diversas circunstancias y ocasiones desde exactamente cuarenta y seis años atrás. Fue en ocasión de haber asistido como invitado del Movimiento Catorce de Junio a un acto en la capital dominicana, siendo Bosch presidente de la República. A pesar de ir invitado por un partido distinto al suyo, recuerdo que se me trató con mucha dignidad y deferencia en todas las instancias del gobierno del profesor Bosch.

No me cabe la menor duda de que su gobierno fue, poco tiempo después de aquel catorce de junio de 1963, derrocado por una conspiración contra-revolucionaria orquestada por el enjambre de la llamada comunidad de inteligencia de Estados Unidos, que se enfrentaba a lo que, con maestría de gran escritor, el profesor Bosch definió en una de sus mayores obras, De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe, frontera imperial, años después de su derrocamiento como presidente de la República Dominicana, como una nueva época histórica.

Las palabras finales de ese libro imprescindible para los que busquen entender la verdadera historia del Caribe son las siguientes:

“Ese día caían en manos de las fuerzas cubanas los últimos grupos de expedicionarios (en Playa Girón). La batalla de Cuba había terminado. Y con su final comenzaba en el Caribe una nueva época histórica. La vieja frontera imperial que había quedado rota para los imperios europeos en el siglo XIX había sido reconstruida por Estados Unidos en el siglo XX, quedaba desecha definitivamente en Cuba el 19 de abril de 1961”.

“Con la nueva época se iniciaba una etapa de luchas más duras, desenfrenadas. Pero la historia enseñaba que todo lo que había sucedido en un país del Caribe tendería a suceder más tarde o más temprano en los demás, y que cada acontecimiento importante estaba encadenado a uno anterior. Pues aunque en esa hermosa, rica, y apasionante región del mundo hubiera pueblos que hablaban español, inglés, francés, holandés; aunque en unos predominaban los negros y los mestizos de blancos y negros, y en otros los blancos y los mestizos de blancos y de indios, lo cierto y verdadero era –y seguirá siendo por largo tiempo- que el Caribe es una unidad histórica desde que llegó a sus aguas Cristóbal Colón hasta que Fidel Castro dijo, el día 19 de abril de 1961 en su cuarto comunicado de guerra: ‘Fuerzas del ejército rebelde y de las milicias nacionales revolucionarias tomaron por asalto las últimas posiciones que las fuerzas invasoras habían ocupado en el territorio nacional. Playa Girón, que fue el último punto de los mercenarios, cayó a las 5:30 de la tarde’”. (De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe, frontera imperial, p. 656).

Las teorías histórico-políticas del profesor Bosch en su etapa de madurez son –a mi modesto juicio- resultado de una combinación de factores entremezclados en su accionar, su creciente ilustración y la influencia específica de dos pensadores que fueron particularmente importantes en su formación.

El primero fue el maestro Eugenio María de Hostos. Fue tal el impacto que el pensamiento hostosiano tuvo en él cuando en los tiempos de su primer exilio en Puerto Rico en 1938 se le empleó para transcribir y compilar la obra del gran mayagüezano universal con miras a la publicación de sus obras completas en el centenario de su nacimiento (1939), que le llevó a decir que él tuvo dos lugares de nacimiento: La Vega en República Dominicana, donde en efecto nació; y Puerto Rico, donde conoció la obra de Hostos, que transformó su pensamiento. Pero, como ocurre con todos los seres humanos, esa transformación que tuvo su primera escalada en el contacto con el mayagüezano, siguió transformándose. Y en esa continuidad recibió el impacto intelectual de Carlos Marx y los que, junto a éste, forjaron las teorías del materialismo histórico y la dialéctica materialista como base para lo que se conoce como la undécima tesis, al efecto de que los filósofos se han conformado con intentar describir la realidad, cuando de lo que debe tratarse es de transformarla.

En esa dirección, el profesor Bosch se pudo apropiar bien de los instrumentos analíticos que se derivan del hallazgo de la lucha de clases como partera de la historia. Y eso Bosch lo pudo percibir con toda claridad. Por lo cual tampoco se detuvo en Marx.

La base de todo su análisis es la concatenación de acontecimientos históricos contradictorios que, sin embargo, van formando el fundamento de una nueva civilización, producto del mestizaje étnico como identidad común del Caribe, frontera imperial.

Para darle contenido específico a esa gran concatenación de acontecimientos históricos, el profesor dominicano no pudo obviar su formación hostosiana para acercarse al libertador Simón Bolivar. Sin llegar a los elogios que Hostos hizo de quien, al decir de un poeta boricua, “no fue hijo de patria alguna sino que muchas patrias fueron hijas de él”; sí pudo distanciarse de Marx en su apreciación del Libertador de América.

Coincido con mi querido compañero y amigo, el Dr. Diómedes Nuñez Polanco, en la observación que anota en la presentación del tomo sobre Temas Internacionales de Juan Bosch, en el siguiente sentido:

“Al observar los procesos políticos en toda su complejidad, en sus matices más diversos, especie de rompecabezas para armar, tanto en sus variables locales, regionales y mundiales, Bosch pudo situar sus reflexiones más allá de los compartimentos estancos del momento. Ya sentía las pisadas del proceso globalizatorio en marcha. Sus libros El Pentagonismo, sustituto del imperialismo y De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe, frontera imperial, conservan la actualidad de los días en que fueron escritos. Ahora se re-editan y venden como entonces”.

Fue Bolívar el primero que, en la América Nuestra, apuntó en su célebre discurso en el Congreso de Angostura, en 1819, la necesidad de integrar en la nueva patria el mestizaje de blancos, negros e indígenas, por lo cual la nueva constitución que debía componerse no podía calcar ni de Europa ni de Norteamérica porque tenemos un origen y circunstancia histórica completamente diferentes. No negó tampoco el origen español de esa visión del mestizaje, como lo ha hecho el profesor Bosch.

Puedo dar fe del desarrollo portentoso del pensamiento de Bosch, recordando las múltiples ocasiones en que pude reunirme con él durante su segundo exilio en Puerto Rico al ser derrocado de la presidencia en 1963 y en 1965; en Santiago de Cuba, durante la conmemoración del 26 de julio en 1983; y en San Juan y Mayagüez, durante visitas suyas a actos conmemorativos del sesquicentenario de Hostos en 1989 y 1990, así como en otra visita suya a mi país en 1993.

No debemos olvidar jamás la defensa histórica que hizo el profesor Bosch del presidente chileno Salvador Allende en diferentes discursos y escritos. Fue vigoroso su repudio al papel tiránico y de instrumento yanqui que jugó el autor del golpe -manejado por Henri Kissinger desde Wáshington- que derrocó al régimen democrático de la Unidad Popular el 11 de septiembre de 1973, provocando la muerte del presidente en valiente combate ante los golpistas y el encarcelamiento, desaparición y asesinato de millares de chilenos, para instaurar una de la peores tiranías en Nuestra América. Es de gran relevancia histórica su negativa a aceptar la invitación del presidente Jimmy Carter, de Estados Unidos, a la ceremonia de firma sobre la entrega del Canal de Panamá al gobierno panameño. Su negativa fue para protestar que, entre los invitados, se hubiera incluido al tirano Augusto Pinochet. Así lo explica Bosch en su libro sobre temas internacionales (Edición 2006, p. 80):

“Enviamos ese cable en el momento no por el gusto de hacerle oposición al que se halla encabezando el gobierno norteamericano, sea quien sea; lo hicimos porque nos sentimos comprometidos con la suerte de Chile hasta el tuétano de los huesos. A Chile y a su pueblo podrían fallarle hombres y mujeres de cualquier lugar del mundo, pero nosotros no. Lo que se perdió en Chile no fueron solo la vida de Allende y las libertades del pueblo, fue también una gran batalla por la liberación de un pueblo latinoamericano…” .

Finalmente, debo dejar testimonio de nuestra gratitud al ilustre dominicano, antillano y nuestro- americano que fue Don Juan Bosch por su franca y continua adhesión al principio Bolivariano, Betancino, Hostosiano y profundamente realista de considerar a Puerto Rico una parte irrenunciable de América Latina, o la América Nuestra, como prefiero nombrarla como lo hizo José Martí.

Nunca tuvimos duda de su devoción a la realidad de que Borinquen, o Puerto Rico, es no sólo una parte indispensable de esta frontera imperial que ha sido y sigue siendo el Caribe. Recuerdo muy vívidamente mi primer encuentro directo con el Profesor, en su primer exilio en Puerto Rico tras el derrocamiento de la presidencia dominicana en 1963. Fue en la casa de mi compañero de luchas, el Doctor Francisco Manrique Cabrera, en la playa de Luquillo, donde era vecino de la casa en que se albergaba el profesor Bosch. Él atendió sin ambages la propuesta de Manrique para reunirse con nosotros, aún sabiendo que yo era Secretario General y Manrique presidente del Movimiento Pro Independencia de Puerto Rico, precursor del Partido Socialista Puertorriqueño y entonces la principal organización política de oposición al gobierno encabezado por Luis Muñoz Marín, que era a la sazón anfitrión del profesor Bosch. Bosch conocía bien nuestra ubicación como la fuerza emergente de la izquierda boricua, que llamábamos entonces “la nueva lucha de independencia”. Escuchó con mucho respeto, y diría que también con afinidad ideológica, nuestros planteamientos sobre el por qué de nuestra lucha nacional, dentro del contexto de las del Caribe y Nuestra América por la liberación nacional.

El profesor Bosch estuvo claro en todos sus escritos, y debo añadir, en sus conversatorios con nosotros, en que el pretexto de la guerra fría como causa para los confrontamientos de Estados Unidos con los regímenes de aspiración revolucionaria en el Caribe, como fue el caso de Cuba desde el principio de su Revolución, fue solamente eso: un pretexto.

La misma lógica debe aplicarse hoy a Puerto Rico. Los incondicionales del colonialismo en mi patria, dirigidos por Wáshington, llevan a cabo una campaña sorda e incesante al efecto de que ya Puerto Rico, con el fin de la guerra fría y el colapso de la Unión Soviética, ha perdido interés militar para el gobierno norteamericano, y a eso se debe el que hayan abandonado a Vieques, desmantelado la base Roosevelt Roads y, antes, desmantelado la Base Aérea de Punta de Borinquen en Aguadilla. Eso es totalmente falso. Todavía operan bases militares clandestinas de las fuerzas armadas de Estados Unidos en diversos lugares de nuestro archipiélago. Pero hay algo de mayor importancia estratégica.

Hay una nueva rama de las fuerzas armadas norteamericanas que revive en el Caribe actual la denuncia que hizo el profesor Bosch en su libro sobre el Pentagonismo. Esta nueva rama tuvo como pretexto para su fundación la guerra contra el terrorismo, una guerra que no tiene ni principio ni fin, que es el llamado Department of Home Security, cuya traducción al español debe ser Departamento de Seguridad Interna. Pero es el caso que ese departamento se ha extendido a Puerto Rico a pesar de que, según la jurisprudencia vigente del Tribunal Supremo de Estados Unidos: “Puerto Rico pertenece a, pero no es parte de Estados Unidos”. Ese departamento controla por completo todo lo relativo a inmigración y emigración , aduanas, transportación aérea y marítima desde y hacia Puerto Rico. Como cuestión de hechos, ocupa facilidades en bases militares supuestamente desmanteladas como es el caso de la antigua base aérea Ramey Fields en Aguadilla y otras.

Puerto Rico se considera la punta oriental de un triángulo estratégico de seguridad interna de Estados Unidos que tiene su punta norte en Alaska y su punta occidental en Hawaii. Eso no es un secreto. Se conoce como la doctrina Kirkpatrick porque, quien lo divulgó por vez primera, fue la señora Kirkpatrick, profesora de la Universidad de Georgetown, en Wáshington, D.C. y quien a la sazón fue embajadora de Estados Unidos en Naciones Unidas bajo la presidencia de William J. Clinton.

El Departamento de Home Security tiene control de la Guardia Costanera, que es otra de las fuerzas armadas, y despliega sus aviones en la antigua Base Ramey de Aguadilla.

No es nada fácil la lucha de Puerto Rico por su descolonización e independencia. Somos, en realidad, la última frontera del colonialismo en América. Ahora mismo estamos activos en busca de apoyo de todos nuestros pueblos caribeños, latinoamericanos y del resto del mundo para elevar la discusión del caso colonial de nuestra patria al pleno de la Asamblea General de la ONU antes que finalice la segunda década proclamada por dicho organismo (del 2000 al 2010) para poner fin al colonialismo en el mundo en todas sus formas y manifestaciones. Fundamos nuestro reclamo en principios vinculantes del Derecho Internacional que obligan a Estados Unidos a cumplir con el derecho a la libre determinación del pueblo puertorriqueño, que no es lo que pueda ofrecer el Congreso norteamericano en Wáshington sino lo que los ocho millones de puertorriqueños (cuatro millones residentes en nuestro archipiélago caribeño y otros cuatro residentes en Estados Unidos) decidamos mediante el mecanismo procesal de nuestra elección, y no la del gobierno norteamericano.

En el esclarecimiento de estos principios, así como su labor pionera en la compilación de la obra de nuestro Eugenio María de Hostos -sin lugar a dudas el puertorriqueño de mayor proyección universal en el mundo entero- y sus indiscutibles aportaciones a nuestra cultura nacional tanto durante sus fructíferas estadías en nuestro país como en toda su obra histórica, política y literaria: El profesor Juan Bosch se ha ganado la admiración de todos los boricuas de las más diversas orientaciones ideológicas, y en nombre de todo nuestro pueblo, hago patente en estas palabras el testimonio de nuestra mayor estimación, afecto y admiración, uniéndonos de todo corazón a esta conmemoración del centenario de su nacimiento. Muchas gracias.

 

Mayagüez, Puerto Rico, a 25 de Junio de 2009.