Mensaje pronunciado en el acto central conmemorando
el natalicio del prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos
Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, Puerto Rico, 11 de enero de 2007
Victorio Macho, el escultor que produjo este hermoso monumento a Eugenio María de Hostos para nuestra universidad, identificó en las estatuas colaterales las palabras “patria” y “sociología”. Esa iniciativa-- que trataron de ocultar las autoridades universitarias de la época en que se inauguró el conjunto escultórico-- simboliza muy acertadamente tanto la ideología como la dedicación de vida del más reconocido intelectual puertorriqueño de todos los tiempos.
Hostos, precursor del estudio de la Sociología en América, tuvo muy claro a lo largo de su peregrinaje intelectual y combativo por la vida, que no deben separarse jamás los reconocimientos de la patria de cada uno de sus ciudadanos, con el estudio de la evolución y desarrollo de la sociedad, en toda su universalidad, en tiempo y espacio, porque ambas conducen a lealtades vinculantes con objetivos armónicos que conllevan, si juntas, el desarrollo máximo de la civilización; y si separadas, a la más lastimosa mutilación de cualquier obra humana. “Amamos la patria”, decía Hostos, “porque es un punto de partida. La vida es un viaje; la razón no sabría encontrar el punto de partida si no fuera por el terruño cuya imagen atrayente vemos por todas partes.”
Cuando las autoridades universitarias no solían acudir a la conmemoración hostosiana frente a este monumento--- no hace tanto tiempo---hubo un profesor de Estudios Hispánicos, el doctor Francisco Manrique Cabrera, que inauguró la tradición de acudir ante esta estatua a rendirle el tributo que los universitarios deben hacia el maestro a quien don Antonio Salvador Pedreira llamó “el ciudadano de América”. Fue Manrique, entrañable amigo y compañero de algunos de nosotros en generaciones sucesivas a él, y adversario implacable de los que, en la administración universitaria de los años cuarenta hasta los setenta, propagaban a título de doctrina universitaria la falsa noción de que patria y universo son conceptos antagónicos; quien pudo destacar, a quienes le escuchaban año por año en este mismo lugar, que en el egregio patriota mayagüezano se juntaban el más vehemente sentimiento patrio con la más amplia concepción universal del hombre completo. Y citando del Diario, como “obra que es, entre sus escritos, para nosotros la de mayor valía”1 nos dictaba la definición que hacía el maestro de su ideal supremo de vida:
“Ser niño de corazón, adolescente de fantasía, joven de sentimiento, en la edad de la madurez temprana, en lo que quiero llamar edad científica; ser armonía viviente de todas nuestras facultades, razón, sentimiento y voluntad movidos por conciencia, ser capaz de todos los heroísmos y de todos los sacrificios, de todos los pensamientos y de todos los grandes juicios, y poner en todo aquello sinceridad, aquella verdad, aquella realidad del ser que solo de ese sentimiento, que solo de él trasciende; ser, finalmente, un mediador entre el racionalismo excesivo, no por racionalismo, sino por absorber en él todas las demás actividades independientes y necesarias del espíritu, y entre el pasionalismo de los que creen que todo lo hace la pasión, eso es lo que yo llamo hombre completo, eso es lo que practico.” 2
Esa meta de llegar a ser hombre completo fue el hilo conductor del peregrinaje hostosiano por la vida. En verdad, su vida pública se inició en la universidad. En el Madrid ya empezando a evolucionar hacia ideas antimonárquicas de los años sesenta del Siglo XIX, Hostos se relacionó con los profesores más preclaros y los alumnos más sobresalientes. De allí surgieron las influencias filosóficas que fueron moldeando su joven pensamiento. Fueron, en efecto, profesores y estudiantes de la Universidad de Madrid, incluyendo tanto a Hostos como a Giner de los Ríos, Azcárate y muchos otros, quienes protagonizaron la llamada Revolución Gloriosa de 1868 que derrocó la monarquía y estableció un gobierno civil provisional que hizo posible la proclamación de la república cinco años después.
No hay duda que el krausismo español, teorizado por Julián Sanz del Río, representa lo más avanzado del pensamiento español de la época. Y aunque también es cierto que tanto Sanz del Río como Hostos y los universitarios españoles de aquellos años estuvieron influenciados por el pensamiento positivista de Augusto Comte; como bien apunta Manuel Maldonado Denis en su estudio preliminar del texto compilado por él en “Hostos en América: la Lucha por la Libertad”3 “Hostos no calca servilmente el positivismo comteano, sino que adopta una postura crítica frente a éste.”
Todo el trasfondo español del pensamiento jurídico de Hostos estuvo unido a lo que desde entonces fue su “idea dominante” que era la liberación y confederación de Las Antillas. Esa “idea dominante” que en sus primeros tiempos en España fue solo Antillanista— se expande, profundiza y se forja en verdadera dimensión americana, cuando, decepcionado por la traición que sus aliados de la revolución Gloriosa de 1868 en Madrid le asestaron al compromiso de plena autonomía para Cuba y Puerto Rico en el contexto de una España republicana y liberal, echa a un lado sus iniciales metas autonomistas para Las Antillas, y comienza la ruta que le conduce a una transformación radical de su ideario: París, Nueva York, su primer viaje al Sur (1870-74) y sus posteriores estadías en Venezuela, República Dominicana, Chile y, finalmente, Puerto Rico y otra vez la República Dominicana. En ese recorrido se produce la obra fundamental de su vida. Influyen en ésta sus contactos con compatriotas puertorriqueños como Ramón Emeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis, los médicos Basora, Manuel Zeno Gandía, Julio Henna y Manuel Guzmán Rodríguez; los dominicanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, y el general Gregorio Luperón, los cubanos José Martí y Antonio Maceo. Tres mujeres antillanas: Belinda Ayala, su esposa cubana; Lola Rodríguez de Tió, la poeta puertorriqueña que fue su madrina de bodas en Caracas y la dominicana Salomé Henríquez Ureña, quien fundó y rigió, por inspiración del maestro, la Escuela Normal de Señoritas en Santo Domingo, completaron el grupo de antillano(a)s que fueron moldeando la perspectiva hostosiana en dimensión americana.
Todos los antes nombrados tuvieron en común con Hostos la enorme influencia del Libertador Simón Bolívar. En Hostos, Bolívar fue una influencia decisiva en la transformación de su ideario y de su desarrollo profesional como precursor de la Sociología del Derecho en América.
Refiriéndose a Bolívar, Hostos decía:
“El hombre-legión fue el primero que interrumpió el sueño de nuestra vida colonial para redimirnos. El hombre-idea fue el primero en concebir la patria inmensa y el que en su cerebro ecuatorial nos hizo coeficiente de esa patria malograda. El hombre- humanidad fue el primero que, sin Cuba y sin Borinquen, declaró incompleto el continente y quiso abrasarnos en su fuego redentor e intentó abrazarnos con su brazo salvador; éramos para él, pedazo de la humanidad que redimía.”
Y más adelante, en el mismo trabajo4 afirma lo que fue su tesis sociológica más pertinente respecto al porvenir de Las Antillas:
“Ni gobiernos, ni pueblos, nadie hay en los pueblos latinoamericanos que no sepa, que no presienta que es interés común de todos ellos la independencia de Las Antillas. Ligarse con el fin común de conseguirla, equivaldría a hacer el ensayo de una fuerza. Conseguirlo sería afirmar esa fuerza. Una vez afirmada, ya quedaría constituida la personalidad internacional de América Latina, no solamente en el viejo continente, sino ante la sólida potencia de Norte América.”
No será exagerado decir que Bolívar fue el personaje histórico que mayor influencia ejerció en Hostos a los fines de transformar su antigua dependencia del pensamiento europeo en la codificación de sus ideas filosóficas, sociales y políticas, de la concepción fatalista del positivismo de Comte y sus residuos en el Krausismo alemán y aún en la versión española de éste, en lo que culminó en moralismo revolucionario, que es la característica más relevante de la sociología hostosiana.
Es dentro de ese análisis de la sociología hostosiana que Manuel Maldonado Denis concluye, antes que los demás intérpretes del pensamiento social del maestro, que “Hostos es uno de los fundadores de la sociología latinoamericana.”5 Si nos concentramos en el estudio de la Sociología del Derecho, como materia pionera en América, iniciada por el maestro Hostos, hay abundante documentación histórica, que hemos estado compilando como parte de la investigación para la cátedra que ocupo en este año académico y nos proponemos seguir buscando en fuentes primarias; que tenemos la esperanza que culminen en hallazgos investigativos que justifiquen el título que he dado a la propuesta sometida para la cátedra, que es “Hostos: precursor de la escuela sociológica del derecho en América.” Los frutos de esta investigación los iremos compartiendo en distintos conversatorios que ofreceremos en el curso de este semestre en diferentes recintos universitarios del país y el extranjero.
Hasta ahora basamos nuestra hipótesis en textos hostosianos que forman parte de sus obras completas como las Lecciones de Derecho Constitucional, la Moral Social, sus trabajos sobre la Liga de Patriotas, fundada en Nueva York en septiembre de 1898 y que él comenzara a organizar en Puerto Rico más de un año antes de su regreso a la República Dominicana a finales de 1899, el Tratado de Sociología y los dos tomos del Diario; así como en material inédito que pudimos detectar en el principio de nuestra investigación en el Archivo General Nacional de Santo Domingo y en la Biblioteca Nacional de esa hermana república durante varias semanas del verano pasado.
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No quiero terminar estas palabras –que son mi primera oportunidad de hablar como Catedrático Hostos de este año académico- sin manifestar frente a las principales autoridades universitarias aquí presentes, mi más vehemente protesta por la manera arbitraria en que se ha suspendido sumariamente a seis alumnos del Recinto de Río Piedras de esta Universidad, sin el elemental derecho que el movimiento estudiantil ha reivindicado a nivel mundial para todos los integrantes del mismo en toda situación, que es el de que a los alumnos de las universidades, públicas y privadas, se les ofrezcan, cuando menos, las garantías procesales del debido proceso de ley y la igual protección de las leyes, que en el ordenamiento penal se le garantiza a los imputados de violaciones criminales.
El que les habla, en sus acciones públicas, profesionales y políticas, ha sido siempre—por más de seis décadas—producto del movimiento estudiantil. Surgí dentro del mismo, a nivel de escuela superior, como figura pública, lo cuál está constatado en el expediente del “COINTELPRO” (nombre dado a un operativo del FBI) donde se me incluye entre las 25 personas más vigiladas del movimiento independentista cuando contaba quince años y estudiaba en la escuela superior en Mayagüez. Siempre, a lo largo de los años, he estado vinculado intelectual y sentimentalmente al movimiento estudiantil. Por eso lo he seguido muy de cerca dondequiera que esté.
Conozco la historia de los grandes movimientos universitarios del mundo, desde el que se incubó en Córdova, Argentina, que nos iluminó a los universitarios de la década de los años cuarenta en esta universidad, hasta la gran revolución estudiantil de 1968 en París, y sus resonancias en la América Nuestra, incluyendo la Masacre de la Plaza de Tlatelolco en la Ciudad de México. Incluimos, desde luego, la atención del desarrollo del movimiento estudiantil universitario en nuestra patria, responsable de grandes logros, como fue la resistencia al Servicio Militar Obligatorio durante los años de la guerra de agresión de Estados Unidos contra Viet Nam.
Mis principios, así como la admiración que tengo por los principios sociológicos- jurídicos del maestro Hostos, me señalan que es un acto arbitrario suspender sumariamente a unos estudiantes, sin que se les haya ofrecido el debido procedimiento de ley, que incluso está estatuido en el reglamento vigente de la UPR, interrumpiéndosele unilateralmente los estudios con consecuencias que podrían ser gravísimas. Personalmente, sufrí grandemente las consecuencias de una suspensión sumaria decretada por el entonces rector de esta universidad el 15 de diciembre de 1947, cuando solo me faltaba tomar dos exámenes finales para terminar el Bachillerato en Ciencias Sociales, por el delito imputado de izar la bandera de Puerto Rico en la Torre de este campus en saludo a Don Pedro Albizu Campos, quien arribaba ese día al país tras diez años de destierro, prisión y enfermedad. Cinco años después de esa suspensión sumaria, el entonces gobernador Luís Muñoz Marín izaba en el capitolio la bandera de Puerto Rico, pero todavía yo sufría el destierro, que me duró más de seis años, ya que tuve que irme a Estados Unidos a proseguir estudios.
Sería un acto de cobardía y traición a los principios fundamentales en que he fundado toda mi existencia, si no invocara hoy la memoria del maestro Hostos, quien dijo una vez que “si quieres saber lo que es la justicia, déjate perseguir por la injusticia” para demandar de las autoridades universitarias aquí reunidas que en homenaje a Hostos, rectifiquen el decreto dictado contra estos estudiantes suspendidos sumariamente, les permitan continuar sus estudios y se sigan los procedimientos establecidos en toda sociedad civilizada para juzgar actividades que puedan ser objeto de imputación de faltas.
Notas
1- Cabrera, Francisco Manrique, Historia de la Literatura Puertorriqueña, pp. 161-162 (Editorial Cultural, Río Piedras, Puerto Rico 1era Edición, febrero 1973)
2- Hostos, Eugenio María, Diario 1, Obras Completas, Tomo I, pps 194-195
(Editorial Coquí, San Juan, Puerto Rico.
3- Maldonado Denis, Manuel, E.M.de Hostos: América: la lucha por la libertad, p. 26 (Edición Especial del Sesquicentenario de Hostos,
Ediciones Compromiso, San Juan, Puerto Rico, 1988)
4- E. M. de Hostos, Hombres e Ideas, Obras Completas, Tomo XIV pps. 320 y 323 (Editorial Coquí, San Juan, Puerto Rico, 1969)
5- Maldonado Denis, Manuel, E. M. de Hostos, América: la lucha por la libertad, p. 27. (Edición Especial del Sesquicentenario de Hostos, Ediciones Compromiso, San Juan, Puerto Rico, 1988)